Rebelándonos contra el sistema (capitalista) III: La Escuela

Que en España hay un problema educativo es algo que parece ampliamente aceptado por todas y todos. No parece tan claro, sin embargo, ni las causas de esta realidad ni, por supuesto, las posibles soluciones. Se suele justificar argumentando que cada vez que PSOE (¿aún izquierda para algunas y algunos?) o PP (derecha) se han alternado en el gobierno han traído “bajo el brazo” una nueva ley educativa, lo que ha dificultado la consolidación de ningún modelo. Ahora aparece la LOMCE (conocida como “Ley Wert”), normativa particularmente competitiva y clasista, y gran parte de la ciudadanía considera este episodio uno más de la alternancia anteriormente señalada. No obstante, actualmente nos encontramos ante un momento histórico de empoderamiento ciudadano que nos debería invitar a implicarnos en lo público, a participar en política y, por tanto, que debería también obligarnos a mirar “el problema” educativo con nuevos ojos. ¿Hemos reflexionado lo suficiente sobre para qué van nuestras niñas y niños a las escuelas?, ¿qué tipo de ciudadanía queremos? y en consecuencia, ¿qué escuela necesitamos para ello?

Para mí la escuela debería ser un espacio que nos permitiera ser cada día más cultos, felices, y libres como ciudadanas y ciudadanos. A veces, sin embargo, tengo la sensación de que mucha gente la considera como una especie de trampolín social donde nuestras niñas y niños compiten entre ellos por ser los mejores, lo que les permitiría optar a un futuro bien remunerado y de reconocido prestigio. Sólo así entiendo yo determinadas actitudes y realidades en la educación obligatoria reglada, como por ejemplo la aceptación de separar los grupos “en niveles”, haciendo creer como algo perverso la heterogeneidad del alumnado en una clase. Según esta concepción, si a una niña o niño “le cuesta”, tendrá que adaptarse al resto porque de lo contrario se “bajaría el nivel de la clase” (lo que pondría furiosos a muchos de los padres y madres del resto de estudiantes). Y si no puede, por la razón que fuere, lo mejor para el propio niño será “apartarlo a otro grupo adaptado a sus aptitudes”. Vamos creando así etiquetas entre las y los estudiantes, muchas veces ligadas a condicionantes socioeconómicos de las propias familias. Lo más preocupante, creo yo, es que esta concepción competitiva de la escuela, concebida como una mera acumulación de conocimientos, está tan arraigada en el imaginario colectivo que trasciende la propia ideología de las familias.

En Madrid, por ejemplo, muchas miles de familias de clase trabajadora, que incluso se consideran “de izquierdas”, llevan a sus hijas e hijos a colegios privado-concertados, pensando que van a recibir en ellos una «formación mejor». Bien se han encargado los gobiernos neoliberales de inocularnos esta idea. Dinamitar la escuela pública es también parte de esta estrategia. Con esto, en cualquier caso, no quiero decir que la escuela pública no haya adquirido también el modelo competitivo de educación.

Profundizando un poco en lo anterior, podríamos preguntarnos qué significa “buena formación” para las familias (o “buena educación”, que no es lo mismo). Probablemente si hiciésemos un estudio estadístico habría respuestas diferentes: familias que buscan los centros donde los estudiantes obtienen “mejores notas”, otras los que ofrecen una formación “bilingüe” (sinónimo ahora para mucha gente de castellano-inglés), puede que otras que prioricen las mejores instalaciones, o incluso otras tantas que busquen aquél donde el alumnado mayoritario no sea “el extranjero”. Pero aunque las razones anteriormente mencionadas pudiesen ser variopintas, considero que prácticamente todas ellas tendrían en común una concepción competitiva de la escuela y, por ende, de la sociedad.

Todo lo anterior sólo se explica asumiendo que somos parte de una sociedad en la que los valores neoliberales se han impuesto, y en muchas ocasiones, aunque no nos demos cuenta nuestro propio sentido común, como decía Gramsci, refleja la ideología de la clase dominante. Y la comunidad educativa (tanto la docente como las madres, padres, niñas, y niños), salvo contadas ocasiones, no creo que sea una excepción.

Actualmente es común criticar las penurias de nuestro sistema democrático, que no refleja otra cosa que las penurias de nuestra propia cultura democrática como sociedad. No obstante, ¿alguna vez nos hemos planteado si nuestras escuelas son espacios democráticos?, ¿en qué momento y de qué manera deben aprender nuestras niñas y niños a vivir en democracia?… todo ese “despertar” colectivo tras el 15M, ese interés por trabajar de manera cooperativa y horizontal… ¿tiene un reflejo en las escuelas? Estas y otras muchas cuestiones no deberían responderse individualmente, sino que deberíamos reflexionarlas entre cuantos más mejor. Porque sólo decidiendo entre todas y todos qué sociedad queremos nos la creeremos realmente. Por ese motivo son tan importantes los espacios de discusión y diálogo en educación, algunos de los cuales ya se están moviendo para construir una nueva ley de manera colectiva. Pero el éxito de estos espacios dependerá de la cantidad de personas que en ellos participen. Empezando por supuesto, por los propios maestros y maestras comprometidos y comprometidas, que deberían, creo yo, asumir el papel fundamental que tiene la escuela como motor de transformación social.

Si realmente queremos transformar la sociedad, debemos comenzar transformando la escuela. No queda otra. Toda transformación que intentemos llevar a cabo sin tener esto en cuenta no se consolidará jamás.

2 comentarios en “Rebelándonos contra el sistema (capitalista) III: La Escuela

  1. David

    Suscribo cada una de tus palabras… ¡salvo lo que ya te comenté! «Por los propios maestros y maestras comprometidos y comprometidas», según tu criterio ahí faltaría añadir «propias». Y eso queda… Jorge, que me recuerdas a Inma/Inmo jejeje. En serio, tanta repetición innecesaria complica y afea la lectura del texto… y es una pena porque te expresas muy bien. No encuentro machista el uso del plural masculino aunque su origen se pueda explicar por dicho motivo. En alguna ocasión puntual está bien, pero poco más.
    Por lo demás muy de acuerdo. «La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo» (N. Mandela).
    Un abrazo crack!

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